El jueves 11 de abril de 2024, Eduardo Asenjo Galindo nos relató su historia y la de su familia como una víctima directa del franquismo, familiar de represaliados durante la Guerra Civil en Palencia.
Eduardo fue ebanista en el municipio palentino de Dueñas, en el que nació hace 96 años. Era el quinto hijo de siete hermanos en una familia que, según describió, tenía una posición social más o menos acomodada. “Se podría decir que vivíamos bien, ya que mi padre tenía una empresa de construcción en el pueblo”, afirmó.
Con apenas ocho años, el 18 de julio del año 1936, su vida y la de toda su familia se vio truncada por el golpe de estado fallido del ejército sublevado y el estallido de la Guerra Civil en España.
Ese mismo día, nos narró Eduardo, “cerca de la medianoche, cuando los trabajadores del campo regresaban a sus casas comenzaron a escucharse disparos y gritos”, lo cual hizo que su madre saliese en su busca y la de sus hermanos. Recordó haber pasado la noche al resguardo del hogar familiar. Sin embargo, al despertar a la mañana siguiente, su padre y su hermano ya no estaban en casa.
Su padre, con el que compartía nombre, era Teniente de Alcalde del Partido Socialista en la localidad –en coalición con Unión Republicana–, como gestor y constructor fue responsable de diversas obras importantes para el municipio, como la de llevar agua al pueblo. Su hermano Julio, era un joven “académicamente preparado”, escribiente en el Ayuntamiento, con aspiraciones de trabajar en Hacienda y con ciertas inquietudes artísticas, y también activo en política a través de UGT y como Secretario General de las Juventudes Socialistas allí. Ambos huyeron a los montes del entorno de Dueñas esa misma noche que se inició la sublevación contra la República.
Eduardo tiene grabado en su memoria cómo algunos “rudos y valientes” jornaleros de Dueñas, “quienes vivían en las cuevas y se dedicaban al campo”, “muy vinculados a la izquierda y a la Casa del Pueblo”, pasaron varios días por su casa para recoger comida y subírsela a su padre y hermano y al resto de vecinos que se encontraban guarecidos en el monte. “Aquellos vecinos se jugaron la vida”, nos cuenta emocionado.
Pocos días después, considerando que las aguas se habían calmado en el municipio y movidos por las ganas de reencontrarse con sus familias, una gran parte de los vecinos que se huidos de sus hogares, entre los que se encontraban Eduardo y Julio, creyeron seguro regresar a Dueñas. Sin embargo, una milicia falangista que se encontraba en la zona los apresó a todos en ese mismo momento.
Según consta en los registros de la Fundación Pablo Iglesias, diez días después de que comenzara la Guerra, el 28 de julio del 1936, en el municipio colindante de Villamuriel de Cerrato, fueron fusilados, junto a otros, el padre y el hermano de Eduardo, con 44 y 18 años, respectivamente. “Sin haberlos sometido a un juicio y sin informarnos de ello”, concluyó nuestro entrevistado.
Con lágrimas en los ojos, Eduardo continuó relatándonos cuando fueron también a por su madre, Juliana Galindo, una ama de casa con 40 años. Nos contó que “fueron dos Guardias Civiles con el tricornio puesto” quienes llamaron a la puerta de su casa aquella noche, pidiendo a su madre que les acompañara hasta el Ayuntamiento. “Ella era una mujer muy valiente, que fue capaz de criar a siete hijos, además de cuidar a sus padres”, nos comentó emocionado. Recuerda bien cómo su madre se despidió de cada uno de sus hijos con un cariñoso beso y que ella cruzó el quicio de la puerta creyendo realmente que iban a llevarla a encontrarse con su marido Eduardo y a su hijo Julio.
Juliana tampoco volvió jamás, sus hijos nunca supieron más de ella. En los registros solo se refleja que fue fusilada en la localidad vecina de Venta de Baños. Según contó Eduardo, a su madre le atribuyeron tendenciosamente el haber contribuido a armar al bando republicano. “Un verdadero disparate”, sentenció con rotundidad.
Hoy, Eduardo y su familia aún no conocen el paradero exacto en el que se encuentran enterrados los restos mortales de sus padres, Eduardo y Juliana, y de su hermano Julio, asesinados. Cree que pueden estar enterrados en el Cementerio de Palencia, ya que allí fue donde se enterraron los cadáveres de la fosa común de Villamuriel.
Más allá de estos duros episodios vividos por aquel niño de ocho años, Eduardo nos destacó diferentes situaciones de desprecio y de maltrato a las que su familia y otras víctimas también tuvieron que enfrentarse mientras duraba la Guerra y durante el franquismo. Más allá de notar cómo algunos de sus vecinos miraban por encima del hombro a sus hermanos y a él por ser hijos de unos “rojos” o de ver cómo confiscaban algunas tierras familiares en favor del patrimonio de uno de los Alcaldes franquistas o incluso del Monasterio de La Trapa; nos destacó la humillación que sentía al acudir al Comedor Social a cantar cada mañana el “Cara al Sol”, brazo en alto y mano extendida, ante la bandera franquista. Se trataba de un lugar de beneficencia que fue fundado por su propio tío Genaro Asenjo, que atendía a cerca de 200 huérfanos de represaliados a través de las aportaciones de quienes más tierras habían recibido de las confiscaciones practicadas durante la Guerra Civil. Sin embargo, aquella institución pronto pasó a ser gestionada por Falange, quienes lo convirtieron en un mecanismo más de propaganda nacionalcatólica y para la humillación a “los vencidos”.
Junto a su historia personal, Eduardo completó su relato con otras muchas historias de gente que se encontraba vinculada a la Casa del Pueblo y a la República, como lo fue el propio Alcalde de Dueñas en el año 1936. Él tuvo bastante más suerte, el mismo día del levantamiento “huyó a casa de unos familiares en Venta de Baños, estuvo emparedado una larga temporada en un zulo hasta que pudo irse a Bilbao”, nos señaló. También recordaba bien “procesiones de mujeres por el pueblo, todas vestidas de negro, cuyos maridos habían sido asesinados, que iban por las casas de las personas más ricas pidiendo limosna y que solo les daban una peseta si rezaban una oración”.
Otro de los momentos en los que Eduardo más se emocionó con su historia fue con el recuerdo del “indescriptible orgullo” que sintió tras las elecciones municipales de 1983, cuando el Ayuntamiento de Dueñas volvió a ser gobernado por un Alcalde socialista tras la dictadura.
Asimismo, se reconoció contrariado al ver el auge de la extrema derecha en España de nuevo o cómo por parte de la Junta de Castilla y León u otras regiones gobernadas por el PP y VOX han adoptado leyes “mal llamadas de concordia” en las que “ni se menciona la dictadura franquista”.
Desde Juventudes Socialistas de Palencia, agradecemos a Eduardo Asenjo el haber contribuido, contándonos su dura historia, a luchar contra la desmemoria que algunos pretenden sembrar para que la gente olvide la barbarie que supuso la represión fascista durante la Guerra Civil y la dictadura franquista. Frente a quienes frivolizan con el dolor de miles de familias españolas que, 88 años después, no saben dónde están enterrados a sus seres queridos, nosotros y nosotras debemos seguir reivindicando ¡respeto, memoria, verdad, justicia y reparación!
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