Que 2019 fue un despertar en la agenda verde es un hecho, más aún cuando fue una de las exigencias de los socialistas europeos para investir a la popular Úrsula Von der Leyen como presidenta de la comisión (algo análogo a “presidenta de Europa”), entre otras medidas como la directiva de salarios mínimos o la de violencia de género.
En Europa, ha existido casi desde su fundación consenso entre las 2-3 principales familias políticas: el centro-izquierda del S&D (socialdemócratas) y los de centro-derecha del PPe (democristianos), a quienes en los últimos años se han añadido los centristas de Renew Europa (socio-liberales progresistas).
Estas fuerzas llevan desde los inicios poniéndose de acuerdo, tras cada renovación del parlamento, para elaborar grandes consensos que hagan avanzar la Unión Europea tal y como la conocemos. Haciendo cesiones en unos casos, y exigencias en otros.
De esta forma, el peso progresista de la UE recae casi exclusivamente sobre el S&D (donde España es el país con más fuerza) y no sobre ningún otro partido del europarlamento.
La socialdemocracia es en realidad la esencia de la Unión Europea, cuyo lema es “unidos en la diversidad” y cuyos actores principales han sido personas pertenecientes a la familia socialista.
Pero en estas elecciones hay algo diferente, es la primera vez que el PPe se ha abierto a romper los consensos y pactar con la extrema derecha (que va a irrumpir con todavía más fuerza que en 2019), donde se encuentran partidos como VOX, FdI (partido italiano sucesor de Mussolini), el AfD alemán (cercanos al nazismo) o la Agrupación Nacional de Marine Le Pen (quien se ha mostrado abiertamente en contra de las personas migrantes).
Estas fuerzas reaccionarias y de fuerte componente populista han fijado desde el minuto 1 sus objetivos: el colectivo LGTB+, las mujeres, las personas migrantes y la agenda verde.
¿Por qué?
Porque son las causas que abandera la izquierda. Van a por nosotros y nunca lo han ocultado.
En el caso de la agenda verde, es un tanto curioso ver las cábalas a las que recurren para justificar su negacionismo científico. Por ejemplo, hemos oído en las últimas semanas a un diputado de VOX decir abiertamente que los ríos tiran agua al mar (como si el ciclo del agua fuera algo ideológico).
La agenda verde se materializa en el Pacto Verde Europeo “A Green New Deal” (impulsado por Frans Timmermans, socialdemócrata de Países Bajos y VP de la comisión), y es un marco donde se han desarrollado importantes leyes y compromisos como:
- Ley del Clima:
- Alcanzar la neutralidad climática en 2050
- Haber reducido en 2030 un 55% las emisiones con respecto a 1990
- Aumentar la ambición de 2030, 2040 y 2050
- Normativas sobre calidad del aire
- Ley para la restauración de la naturaleza:
- Contar en 2030 con planes de restauración ecológica para el 20% de la superficie
- Aumentar estos planes al 100% de los ecosistemas que lo requieran en 2050
- Acción conjunta de los 27 países ante la COP (con Teresa Ribera como ponente)
- Reforestación de 3.000 millones de árboles hasta 2050
- Transformación verde de la industria
- Nuevos impuestos y tasas a grandes contaminantes
- Modificar el mercado eléctrico para hacerlo más propicio a la descarbonización
A priori, nadie podría estar en contra de incentivar actuaciones que permitan sobrevivir en el futuro más próximo (40-60 años), excepto para la derecha más populista a la que se ha sumado el PPe (por ejemplo, partiéndose en dos en la votación de la Ley de Restauración de la Naturaleza), promovido principalmente por el PP de España.
Aun así, todo esto no sería un problema si la candidata a la reelección Úrsula Von der Leyen (de la CDU alemana, sector moderado y principal país del PPe) ante el miedo a la extrema derecha, les hubiera comprado el discurso mostrándose dispuesta a frenar la agenda verde y los avances sociales.
Hecho que desde el S&D no están dispuestos a asumir, y para ello, desde España (país referente en transición ecológica y principal país del S&D) y el PSOE impulsaron una candidatura de sólido reconocimiento internacional y fuertes convicciones progresistas y sociales, con el objetivo de convertir a Teresa Ribera en la próxima comisaria europea (“ministra”) de clima/energía y frenar en seco los planes de la extrema derecha.
Las legislaturas europeas duran 5 años, lo que significa que si votamos a mediados de 2024, concluirá a mediados de 2029 (a punto de entrar en 2030), uno de los momentos clave para saber cuánta incertidumbre tendrá el clima del futuro. Es por esto por lo que la Europa de 2050 se vota en 2024.
Tenemos 5 años por delante para consolidar proyectos y seguir avanzando, no es momento de experimentos con quienes niegan la emergencia climática. Y gracias a España y a Teresa Ribera, lo vamos a conseguir. Lo hicimos en 2019, en 2023 y lo haremos en 2024, porque España (país de la UE con más biodiversidad y más riesgo de desertización) no se lo puede permitir.
¡Solo hay un voto ecologista en España, y ese voto se llama PSOE!
Deja una respuesta